Célebre teórico de la comunicación, Paul Watzlawick —quien murió el 31 de marzo de 2007 en Palo Alto, California, a los 85 años de edad— reformuló de manera decisiva nuestra forma de ver "la realidad" y las relaciones humanas. Sus investigaciones estimularon el desarrollo de las terapias breves. Aquí, un breve recorrido por su legado intelectual, que echó raíces en la Argentina, a partir de un artículo de Carla Imbrogno y Marcelo Ceberio publicado en la revista Ñ en mayo de aquél año.
"¿Es real la realidad?" se preguntaba Paul Watzlawick y escribía: "Creer que la propia visión de la realidad es la realidad misma, es una peligrosa ilusión, pero se hace aún más peligrosa si se la vincula a la misión mesiánica de sentirse en la obligación de explicar y organizar el mundo de acuerdo con ella, sin que importe que el mundo lo quiera o no. La negativa a plegarse a una determinada visión de la realidad (a una ideología, por ejemplo), la 'osadía' de pretender atenerse a la propia visión del mundo y de querer ser feliz a su propia manera, es tachada de think crime ('crimen del pensamiento'´) en el sentido de Orwell".
Watzlawick se definía a sí mismo como un "constructivista radical" —el planteo básico del constructivismo es que la realidad no existe como hecho objetivo, sino que es una construcción más dentro de las construcciones mentales que realiza una persona a partir de la interacción permanente con su entorno—. Sin embargo, el lingüista, filólogo, filósofo y psicólogo austríaco, que murió el último 31 de marzo a los 85 años en Palo Alto, California, fue más que eso: Paul Watzlawick fue uno de los más grandes teóricos de la comunicación y un intelectual de una productividad literaria profundamente ecléctica: escribió 22 libros que fueron traducidos a más de 80 idiomas y un sinfín de artículos científicos y de divulgación. Supo collagear sus conocimientos de la cibernética, el positivismo de Viena, la teoría general de los sistemas, incluso del freudianismo, en pos de una teoría psicoterapéutica basada en la resolución de problemas que lograra "eliminar el sufrimiento" de las personas.
Watzlawick fue autor del bestseller El arte de amargarse la vida (1983), fue uno de los principales creadores de la tan citada Teoría de la Comunicación Humana (1967, junto a Janet Beavin y Don Jackson) y uno de los fundadores de la llamada terapia breve. La terapia breve, más conocida como el modelo de Palo Alto —en honor al lugar que la vio nacer, el Mental Research Institute (MRI) de esa ciudad—, es una de las terapias sistémicas más eficaces. Fue creada por un grupo de especialistas de las más variadas disciplinas: John Weakland, Jay Haley, Richard Fisch y el propio Watzlawick. Allí, en el MRI californiano, el maestro de la comunicación humana estaba asentado desde 1961 y desde allí —hablaba siete idiomas— llevó al mundo las teorías que lo harían famoso.
Comunicación y cultura
La pregunta por la realidad es tan antigua como la historia misma del pensamiento humano: desde la "invención" de la realidad por el pensamiento eléata pasando por los múltiples debates sobre el estatuto de lo real en la antigüedad y el medioevo, la concepción de que todo es una emanación de la propia mente, la filosofía cartesiana y su distinción entre sustancia pensante y sustancia extensa, el idealismo trascendental kantiano, Wittgenstein (lo que debe ocuparnos no son las cosas, sino aquello que les atribuimos) o el constructivismo moderno (Piaget, Maturana, von Glasersfeld, von Foerster, Watzlawick). ¿Quién no ha intentado determinar lo que significa la realidad? El siglo XX remató la cuestión: "Nuestra realidad no es otra que nuestra idea de la realidad", escribió el francés Edgar Morin.Pero las ideas de Paul Watzlawick y sus colegas en Palo Alto provocaron una auténtica revolución en la forma de ver el mundo propia de la llamada posmodernidad, renunciando a los dogmas de las ciencias clásicas.
En los años 50 ya había comenzado a gestarse un paradigma epistemológico que articulaba nociones de la cibernética —una teoría de los sistemas de "control" y su retroalimentación, cuyas implicaciones sociales fueron popularizadas por el matemático Norbert Wiener— y la teoría general de los sistemas —un estudio interdisciplinario del biólogo Ludwig von Bertalanffy, que buscaba encontrar las propiedades comunes a entidades (sistemas), presentes en todos los niveles de la realidad, pero que tradicionalmente son objeto de disciplinas académicas diferentes—. Para esta nueva concepción holística, que el antropólogo Gregory Bateson trasladó a las ciencias humanas, un efecto es el resultado de múltiples variables causales, pero a la vez tiene sus efectos sobre las causas que lo generan (cuanto más grande es la bola de nieve que baja por la ladera de la montaña más nieve arrastra y, a su vez, más modifica el paisaje original).
En el campo de las humanidades, Bateson —que formó parte del grupo de Palo Alto en sus comienzos y tuvo una influencia decisiva, aunque no siempre reconocida, en el pensamiento norteamericano— fue el primero en hacer hincapié en que la realidad, física y espiritual, debe ser encarada como un vasto sistema compuesto de subsistemas coherentes, en cuya evolución es decisivo el entorno. Watzlawick amalgamó las ideas germinales de Bateson con su perspectiva constructivista completando así las últimas pinceladas del nuevo modelo. Frente a un determinado hecho (un efecto) solemos preguntarnos por qué sucede (su causa); el problema es que el efecto es mucho más que el resultado de una causa unívoca: tantas formas de comunicación verbal y paraverbal, efectos dominó que se concatenan. Si a esto se suma que la búsqueda del porqué se halla sesgada por el ojo del observador protagonista, se puede inferir que el motivo hallado es sólo una invención, y no una causa real, verdadera y objetiva.
Los investigadores de Palo Alto desplegaron su influencia sobre la mayoría de las ciencias sociales y sobre la cultura de los últimos cuarenta años. En el plano del estudio del hombre, mostraron que ya no era posible concebir al individuo separado de sus propias acciones (más bien interacciones), de sus silencios, de sus percepciones, de su contexto sociocultural, de su carga histórica y semántica, ¡de los tabúes de su civilización!, en definitiva, de la comunicación, que devino un factor crucial en la construcción de la realidad.
Es imposible no comunicar: "man kann nicht nicht kommunizieren", escribía Watzlawick en su lengua materna, el alemán. En el ámbito de la vida cotidiana fue quizás el avance de las nuevas tecnologías lo que hizo más visible la necesidad imperante de reconfigurar la noción de realidad en un mundo cada vez más mediatizado, informatizado y simbólico (más virtual). Y también aquí Watzlawick y sus discípulos y seguidores fueron pioneros: ya en la teoría de la comunicación humana, en la que plasman los axiomas de la comunicación, no sólo afirman que "toda conducta es comunicación", sino que distinguen entre comunicación digital (verbal) y analógica (gestos, acciones, etc.), entre contenido (lo que se dice) y relación (la relación entre los que se comunican). Comunicamos en ambas formas, traduciendo una a la otra, no sin dificultad. La actual era digital —en la que proliferan las relaciones sentimentales vía Internet— parece asistir a la anulación de toda percepción "real": la webcam aviva una imagen aún más inventada del otro; en el espacio escalofriante del chatroom no queda, pues, lugar para analogías.
El grupo de Palo Alto desarrolló un modelo fuertemente pragmático, sobre todo en el eje de sus investigaciones que se relacionaba con el análisis de los procesos de información y comunicación. De hecho, la versión en inglés de la Teoría... es Pragmatics of Human Communications. Este traslado de modelos cibernéticos y sistémicos a la comunicación humana se plasmó en la primera investigación que desarrolló el grupo acerca de la esquizofrenia. El artículo "Hacia una teoría de la esquizofrenia" (1962) explicaba el concepto de "doble vínculo" según el cual la víctima (el enfermo) era preso de los mensajes contradictorios y simultáneos, principalmente de su madre, lo que alteraba progresivamente su lógica racional. Watzlawick —siempre con humor refinado y austero— explicaba el fenómeno con el chiste de las dos corbatas: una madre regala a su hijo dos corbatas, una roja y otra azul. El chico entusiasmado se coloca la roja y la madre le dice "¿Pero, no te gustó la azul?". El chico corre y se coloca la azul, y ansioso se yergue ante la madre que le responde "¿No te gustó la roja?". Si esta modalidad se reitera como un estilo de comunicación, se producirá una ruptura de las tipologías lógicas y el chico terminará colocándose las dos corbatas, de lo que se infiere que ¡está loco!
En el ámbito de la psicoterapia, esta epistemología basada en la noción del individuo como parte de un sistema incorporó una serie de nuevas preguntas: quién hace qué, a quién, cuándo y en dónde. Para sus promotores, la individualidad de una persona se comprende a partir de su entramado relacional. Es imposible analizar al individuo sin tener en cuenta el contexto situacional en el que aparece la conducta. No se trata ya de hurgar en el pasado y buscar la causa original de un síntoma para poder cambiar.
Terapias breves
Para el grupo de Palo Alto —y éste continúa siendo hoy el eje de la terapia sistémica breve— el quid de la cuestión radica en interrumpir "las soluciones intentadas fracasadas": ante un problema, la persona (y / o su entorno) intenta una y otra vez la misma solución, pues ésta en algún momento ha surtido efecto o simplemente responde al "sentido común" o la "lógica racional". Genera así una inercia automatizada de intentos fallidos que refuerzan el problema. Personas, creencias, acciones e interacciones, se han vuelto rígidas alrededor del problema, lo cual hace aún más difícil una salida saludable. "No tratamos realmente los problemas sino que nos centramos en cambiar los intentos de solución que no funcionan para permitir que el problema desaparezca", explicaba el maestro. Watzlawick enfatizaba el aspecto intercomunicativo en los procesos relacionales, puesto que cualquier análisis humano se desarrolla en situación de interacción. ¿Qué versiones de lo real apuntalan la organización y acción de las naciones?, ¿qué visión del mundo crean los medios masivos?, ¿qué premisas epistemológicas no cuestionadas están conduciendo a la devastación personal, natural y social en nuestros días? "... que el desvencijado andamiaje de nuestras cotidianas percepciones de la realidad es, propiamente hablando, ilusorio, y que no hacemos sino repararlo y apuntalarlo de continuo, incluso al alto precio de tener que distorsionar los hechos para que no contradigan a nuestro concepto de la realidad, en vez de hacer lo contrario, es decir, en vez de acomodar nuestra concepción del mundo a los hechos incontrovertibles", escribía.
Lo cierto es que, hoy, la desestabilización de los sentidos propia de los habituales trastornos de pánico opera, por ejemplo, como un factor de freno sintomatológico del desequilibrio y el descontrol, el estado de inseguridad crónica, el vértigo, la preeminencia de la imagen, la cultura del desastre en nuestras sociedades posmodernas. Este mismo exorcismo de los sentidos es el que demanda soluciones relativamente rápidas y eficaces que mejoren la calidad de vida. A pesar de que en la Argentina, y en Buenos Aires en particular, la estabilidad de la inestabilidad y el espíritu —al parecer— naturalmente melancólico, hacen que todavía exista gran resistencia a buscar opciones, son cada vez más los que recurren a una alternativa que no dé por sentado terapias que perduren años en un diván: no importa si es terapia sistémica, cognitivo-conductual, bioenergética, transaccional, existencial o gestalt.
Quienes conocieron a Paul Watzlawick aseguran que, más allá de su legado científico, fue un ser humano generoso, modesto y respetuoso de sus colegas, mentor de cientos de terapeutas y filósofos en todo el mundo. Pero, fundamentalmente, vivió una vida digna y trascendente, enriquecida por numerosas experiencias. Fue un ser ávido, con la inteligencia y sensibilidad de los creadores. Sus ideas y pensamientos son ya patrimonio de todos.